Anda por ahí un
asteroide con forma de patata dando vueltas alrededor de la Tierra. El problema
es que existe una probabilidad del 1,2% de que impacte sobre la superficie del
planeta, probabilidad que lo ha hecho digno de consideración para la Red Internacional
de Alerta de Asteroides, y el Grupo Asesor de Misiones Espaciales (cómo me
habría gustado a mí trabajar en uno de esos organismos, haciendo el seguimiento
de tubérculos voladores y otros objetos no identificados).
La buena noticia, además de un
porcentaje del 99% de que no llegue a colisionar con nuestro planeta, es que,
en el supuesto de que llegase a hacerlo, ya tenemos fecha prevista,
concretamente el 22 de diciembre de 2032 (dicen que hay pocas posibilidades de que
ese día te toque el gordo de la lotería, pero, por lo visto, puede haber
bastantes más de que el cielo caiga sobre tu cabeza).
Así que, sabiéndolo con antelación
suficiente, podemos decidir no viajar, en esas fechas, al océano Pacífico, al
norte de Suramérica, al océano Atlántico, África, al mar arábigo ni al sur de
Asia, que es la zona de impacto previsible, según las últimas estimaciones. Un
fastidio, porque hay un montón de sitios interesantes a los que viajar en esa
extensa área geográfica, y más durante el verano austral.
Y lo mismo después del impacto, pues ya
no apetece tanto visitarlos o tardan un montón en reconstruir la zona
devastada, y yo, personalmente, paso de viajar a un sitio tan lejano para
encontrarlo todo lleno de andamios, qué ya me paso con Notre Dame, y vaya
mierda. Y ahora, me han dicho, que todavía sigue oliendo a quemado. Imagínate
si impacta un meteorito.
Luego, además, como es un cuerpo amorfo,
pues corremos el riesgo de que el viento solar o el impacto con cualquier otro
asteroide despistado modifique su trayectoria. Y ahí ya entramos en terreno
desconocido. Pero igual cuando vuelva a ser visible desde el observatorio ATLAS
de Chile, allá por 2028, viene derechito hacia Bruselas. Y ahora pon tú de
acuerdo a los 27 para buscarle una nueva ubicación a la media docena de
instituciones de la UE que tienen allí su sede, incluido el Servicio Europeo de
Acción Exterior (que no sé si tendrá algo que ver con el Grupo Asesor de
Misiones Espaciales), con tanto euroescéptico como hay por ahí y además en
cuatro añitos (te vas a cagar, von der Leyen).
Pero peor sería que impactarse sobre la
“Riviera de Oriente Próximo”, ese lugar internacional tan agradable, lleno de
viviendas de nueva construcción, que Trump va a levantar en la Franja de Gaza,
y que está llamado a convertirse en el orgullo de Oriente Próximo, después de
reubicar fuera de la Franja a los dos millones de gazatíes que se han quedado
sin casa. Total, allí no les queda nada más que un mar de escombros, así que
seguro que están deseando marcharse.
Y la verdad es que puede quedar muy
chulo y sería una desgracia que el meteorito ese cayese justo allí, con lo que
me gustaría visitarlo, y en 2032 seguro que ya hay vuelos baratos y
alojamientos de Airbnb disponibles.
Es cómo lo de Santorini, todo el año
planeando irme de vacaciones al Egeo y empiezan los terremotos. Y no soy yo el
único afectado, ¿eh?, que somos millones los turistas que no vamos a poder
visitar la isla. Y, encima, he leído que hasta 10.000 vecinos han abandonado ya
Santorini, sin esperar a la orden de evacuación ni nada. Como para reservar en
un hotel y tener que hacerte tú la cama. A ver si los gazatíes se dan la misma
prisa, ahora que el ejército israelí va a diseñar un plan para la salida
voluntaria de los palestinos.
En todo caso, espero que, caiga donde
caiga, 2024 YR4, alguien haya tomado nota de lo que no hay que hacer cuando
alguna agencia estatal avisa con antelación suficiente de que se avecina algún
evento de estas características. Quiero decir que nada de alarmar a la
población innecesariamente porque viene hacia nosotros una patata volante, ni
de perder la cabeza tomando medidas a lo loco.
Es mejor esperar a ver si se confirman
los pronósticos y luego ya, si sucede lo peor, pues, entonces si, declarar el
estado de alarma, movilizar a la Unidad Militar de Emergencias y nada de pedir
dimisiones, que lo primero es apoyar en la reconstrucción y después, si eso,
pues ya veremos quien tiene más responsabilidad, si el que da la cara y se
queda al frente de su gobierno para gestionar la catástrofe o el que se va
corriendo porque el pueblo soberano ha mostrado su legítimo enfado dándole con
un palo en las costillas.
Y, además, ¿a quién, estando en sus
cabales, se le ocurriría organizar un sarao de esas proporciones el día del sorteo
de la lotería, la víspera de la Navidad? Vamos, para deslucir el acontecimiento
que más une a la gente y que más ilusión despierta en la población, con los
niños de San Ildefonso cantando los premios. Además de que siempre toca algo en
los sitios en que ha habido una catástrofe, aunque sea la pedrea. Menos el año
de la pandemia, que quedó muy repartido, claro.