viernes, 13 de diciembre de 2024

Resiliencia profunda

 

Últimamente se filtran informaciones de lo más comprometedoras. Anda uno tratando de llegar a un pacto de caballeros con el Ministerio Público y, de repente, se encuentra con que todo el mundo sabe de lo suyo. Y ya no sólo le afean que se lucrase con la venta de mascarillas y el cobro de comisiones, sino que van aireando por ahí su intento de defraudar al fisco. Cómo si maximizar los beneficios que uno ha obtenido lícitamente fuera algo más que un delito.

Yo, personalmente, no entiendo nada. No me cabe en la cabeza como se puede ignorar la evidencia, de que alguien ha difundido información confidencial vulnerando sus derechos, y salir en tromba a pedir explicaciones a todo el mundo por los delitos que ha cometido y de los que ya se ha declarado culpable.

O se va uno a comer a un restaurante y la gente se pone a pedir dimisiones. Pero, bueno, ¿es que ya no va a poder uno irse a comer por ahí y ofrecer un puesto en una televisión pública sin que vengan a pedirle explicaciones por estar pensando en otra cosa mientras, por una vez, se cumplían las previsiones de la Agencia Estatal de Meteorogia? ¿O es que todo el mundo está pensando en el trabajo cuando tiene la oportunidad de pensar en otra cosa?

De hecho, hay muchos empleados públicos, de esos que van por ahí dando lecciones sobre como prevenir o gestionar una catástrofe, que seguro que estan pensando en otra cosa cuando están trabajando. Claro que hay sitios en los que eso se va a acabar en cuanto Elon Musk tome posesión de su cargo del Departamento de Eficiencia Gubernamental en la nueva administración republicana. Y ya nadie va a pensar en otra cosa que no sea su trabajo o, mejor dicho, en la manera en que su trabajo puede maximizar los beneficios de su jefe y en no cabrearle mucho si no quiere pasarse el día pensando en el trabajo que ya no tiene.

Porque la culpa de la corrupción la tienen los servicios públicos. Si no hubiera servicios públicos, no habría corrupción. Y por eso hay que acabar con ellos. Y terminar con las farragosas regulaciones que los pobres emprendedores no pueden saltarse para generar riqueza y, bueno, también enriquecerse. Pero esa es otra cuestión. Ahora que el bueno de Elon va a acabar con las trabas burocráticas, el dinero va a correr a raudales sin necesidad de sobornar a nadie. Y todo ese pequeño ejército de funcionarios mal pagados y resentidos, con sus miserables vidas y con ganas de complicarle la vida al ciudadano, se va a ir a la cola del paro, pero sin derecho a subsidio. Aunque si lo tuvieran iba a dar igual porque no iba a haber nadie al otro lado de la ventanilla que se lo fuese a reconocer.

Y esto es sólo el principio, porque, después de la motosierra, vamos a poner en marcha la motosierra profunda y, aquí o en Buenos Aires, va a pagar impuestos Peter. Porque solo el pueblo ayuda al pueblo (bueno, y los novios y amigos de algunos presidentes autonómicos) y pagar impuestos es de gilipollas.

La tierra para el que la explota (no confundir con el que la trabaja, que trabajar es de pobres) y la asistencia sanitaria para el que la pague, porque, cómo dice el dicho, el que la hace (la asistencia sanitaria privada subvencionada con fondos públicos) la paga (porque puede pagarla). Y el que no hace nada pues no la puede pagar. Pero, en un mundo próspero como el que se avecina, la riqueza nos va a alcanzar a todos, siempre que espabilemos y seamos capaces de sobreponernos a las pequeñas adversidades de haber nacido en un barrio sombrío (cosa de la que Donald Trump y compañía no saben nada porque sus padres ya espabilaron por ellos).

Y el que no espabile es porque no quiere, que más fácil no se lo podemos poner, después de rebajar los impuestos sobre el capital, eliminar regulaciones medioambientales absurdas, abaratar los despidos o implantar el despido libre, privatizar la sanidad y motoaserrar la administración pública y decapitar a los funcionarios díscolos. Todavía queda algún escollo como el código penal y los tribunales de justicia, porque las prisiones las estamos privatizando ya. Pero todo se andará, empezando por el Tribunal Supremo y de ahí para abajo. Y si eres un buen patriota o el hijo del presidente, pues ahí está la posibilidad del indulto, que es una cosa que está muy bien, no como la amnistía, que es una cosa deleznable.

El otro gran escollo es la inmigración, claro. Pero si eliminamos los servicios sociales, pues lo mismo los inmigrantes deciden quedarse en sus países de origen para morirse allí de hambre y matamos dos pájaros de un tiro. Pero, aún así, hay que tener cuidado porque algunos inmigrantes igual vienen ya espabilados y la falta de regulaciones hace que prosperen las mafias, los cárteles de la droga y otras asociaciones ilícitas para delinquir. Y, lo siento, pero para delinquir impunemente en este país, primero hay que tener la nacionalidad. Solo así podemos estar seguros de estar rodeados de delincuentes de bien, a los que se puede indultar sin temor de que vayan a cometer otros delitos, distintos de los que ya han cometido. Resiliencia se llama a eso, para los que no lo sepáis.

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