jueves, 12 de febrero de 2015

Ahora que luce el sol


Es difícil mantenerse firme cuando se pierden las referencias y el mar se alza furioso en olas temibles que amenazan con hundir el barco en el que navegábamos plácidamente antes de la tormenta.

En tiempos de incertidumbre, mantener la cabeza fría y sostener el timón sin dejar que un escalofrío nos prive de la voluntad y la determinación de resistir y buscar una salida en medio del temporal es una tarea reservada a los héroes. Y es admirable que en cualquier tiempo y lugar del mundo haya personas que sean capaces de hacerlo, muchas veces desde el anonimato y sin reclamar ningún reconocimiento por ello.

Cada mañana, en cualquier ciudad o aldea del planeta, personas de carne y hueso se levantan para buscar con ahínco la manera de sobrevivir al temporal, a ese que azota sus vidas, que les ha privado del trabajo, o les ha dejado sin casa, o ha matado a su rebaño, o les ha arrebatado para siempre a un ser querido. Lo hacen por sus hijos, por sus maridos, sus compañeras o sus padres y también por ellos mismos, porque se niegan a claudicar, por muy fuerte que soplen los vientos. Son fieles a sí mismos y a su compromiso con la vida y con los demás. No esperan nada a cambio y quizá no obtengan nada como recompensa.

Nelson Mandela, Sugar Man o Patrick, el niño que quería una bicicleta, son solo algunos ejemplos de lo que quiero decir. Al conocer su existencia y tomar contacto con la realidad que les ha tocado vivir, muchas de las circunstancias vividas en primera persona se nos antojan pueriles y pierden buena parte de la importancia que, con frecuencia, les concedemos. Incluso aunque en alguna ocasión nosotros hayamos pasado por experiencias difíciles de asimilar, la memoria es frágil y tendemos a magnificar lo que, pasada la tormenta, ocupa nuestra mente y atormenta nuestro espíritu. El resultado pueden ser horas de inquietud y días de remordimientos, como si no hubiera nada más de que preocuparse y nos negáramos a ver el sol que alumbra nuestros días.

Con todo, lo peor es que ese ensimismamiento lastra nuestro potencial como individuos, nos vuelve taciturnos e impide que podamos desplegar nuestro talento e inspirar a otros. Es por eso que quiero sujetar con fuerza el timón, ahora que luce el sol, y no dejar que cualquier nubecilla me nuble el entendimiento, porque, como dice el poema victoriano que inspiró a Mandela, yo soy el dueño de mi destino, el capitán de mi alma.