jueves, 14 de mayo de 2015

De héroes y monstruos.


            La semana pasada, tuve que proponer los nombres de un héroe y una heroína extraídos de mi limitado universo literario. Y de las historias que he leído y que era capaz de recordar, surgieron varios nombres, aunque, al final, terminé decantándome por Beren y Lúthien, los protagonistas de un cuento incluido en el Silmarillion por Christopher Tolkien.

            No obstante, entre los héroes masculinos, estuve pensando también en Atreyu, el personaje de La Historia Interminable que, cabalgando a lomos del dragón Fújur, recorría Fantasia en busca de aquel que habría de dar un nuevo nombre a la Emperatriz Infantil. Y la verdad es que podría perfectamente haberme decantado por Atreyu y por Momo, la niña protagonista de otra novela de Michael Ende.

            La cuestión es que, mientras andaba enfrascado en la tarea, me di cuenta de un paralelismo sorprendente entre los dos héroes masculinos que andaban rondándome por la cabeza. Y es que, en un momento crucial de sus aventuras, ambos tienen un encuentro con una criatura abominable y, más concretamente, con un lobo.

Beren, tras arrancar de la corona de Morgoth un Silmaril, se enfrenta a Carcharoth, un hombre lobo gigante que le arranca la mano que sostenía el Silmaril y, quemándose por dentro, huye enloquecido.

            Por su parte, Atreyu se encuentra con Gmork durante la Gran Búsqueda. Gmork también es un lobo espeluznante de gran tamaño que estaba siguiendo el rastro de Atreyu con la misión de encontrarlo y matarlo para frustrar su propósito. Cuando Atreyu encuentra a Gmork, este está encadenado y cree que su misión ha fracasado, aunque, tras descubrir su identidad, y estando ya muerto, cierra sus fauces sobre una pierna de Atreyu, dejándolo así a merced de la Nada, que está asolando el País de la Gentuza y amenaza con destruir Fantasia.

            Creo que ambas historias están influidas por la mitología germana, en la que el lobo aparece como una criatura maléfica. De hecho, Carcharoth y Gmork personifican el mal sin matices. Son dos monstruos sin conciencia, incapaces de sentir piedad o remordimiento, que actúan impulsados por un instinto ciego, aún a costa de sí mismos, en el caso de Carcharoth, que causa estragos a su paso mientras se consume por dentro hasta que Huan lo mata, o cuando saben que van a morir o, incluso, después de muertos, como en el caso de Gmork.

            En estos casos, el héroe, por tanto, no solo demuestra valor o generosidad, o actúa guiado por un sentimiento noble, sino que, para convertirse en tal héroe, ha de descender al infierno y enfrentarse cara a cara con el mal. En ambos casos, no es un encuentro buscado. Beren quiere recuperar los Silmarils para conseguir que Thingol le permita casarse con su hija. Y, de hecho, Atreyu no sabe de la existencia de Gmork, ni que este anda buscándolo para matarlo.

            Por otra parte, pienso que, en otro tipo de historias, y también en la vida real, la honestidad es una forma de valor, porque actuar honestamente nos enfrenta con frecuencia a quienes defienden intereses bastardos y obrar con rectitud nos obliga a tomar partido y a oponernos a la injusticia. Un buen ejemplo de lo que digo, extraído también de la literatura, es el caso de Atticus Finch, el protagonista de Matar a un ruiseñor.

            Al hilo de lo anterior, también pienso que el verdadero héroe no es, la mayor parte de las veces, un soldado o un guerrero nato, sino más frecuentemente un individuo anónimo, puesto a prueba por las circunstancias y obligado a decidir ante una tesitura o un dilema moral. El héroe no está entrenado para ese momento, y su éxito no depende de su formación militar, sino de su rectitud y de su capacidad para hacer lo correcto, aunque esto pueda acarrearle un perjuicio o sea en detrimento propio.

            Y, a veces, no es necesario descender hasta el abismo, sino que esa criatura sale al encuentro del héroe. Y, a la hora de la verdad, para cualquiera, siempre es más fácil elegir otro camino con tal de evitar toparse de frente con ese dilema. Así pues, transitar por un determinado camino es algo que distingue a los héroes, aún antes de ser puestos a prueba.