La
canción de Ed Sheeran dedicada a la ciudad de Barcelona amenaza con dar al
traste con el proceso independentista. Sus referencias a la sangría y el uso de
expresiones como ‘mamasita rica’, ‘sí, te adoro señorita’ o ‘mi niña te amo mi
vida’ han sembrado las dudas sobre la verdadera identidad nacional de los
catalanes, a los que, parece ser que en la intimidad, les gusta beber calimocho
y, en vez de bailar la sardana, se dejan seducir por ritmos latinos, al son de
los cuales, chicos y chicas se contonean sin recato, para más inri, en los
alrededores de la Sagrada Familia.
La
verdad es que, si se hubiera documentado un poco, podría haber compuesto una
canción que hablase de tomar calçots y
no de beber sangría y bailar hasta altas horas de la noche alrededor de una
iglesia con una botella de vino tinto en cada mano (si por lo menos fuera una
botella de cava o de vino del penedés, todavía tendría un pase, pero la
denominación de origen, dado el tono de la canción, resulta más que sospechosa).
Es
probable que el cantante inglés no haya visitado realmente Barcelona, sino alguna
otra ciudad, seguramente castellana, y con los efluvios del alcohol ha
confundido la Sagrada Familia con la Catedral de Burgos. Al fin y al cabo, ya
sabemos lo propensos que son los ingleses (esos borrachines) a consumir de
whisky, a las fiestas y al balconing y otros deportes de alto riesgo.
Pero esas cosas
duelen, salvo que vivas en un país atrasado culturalmente, de bebedores de
sangría y otros caldos de dudosa procedencia y aficionados al reggaetón; cuyos
ciudadanos (según un espacio de la televisión vasca) se clasifican en cuatro
categorías, a saber: ‘fachas’, ‘paletos’, ‘chonis’ y ‘progres’ (No obstante,
con esto también hay que tener cuidado, porque, cualquier día, a otro cantante
anglosajón se le puede ocurrir componer una canción sobre la ría de Bilbao y,
de golpe y porrazo, nos enteramos de que a los datzaris les gusta arrancarse por sevillanas, cuando se les acaba
el txakoli).
Menos
mal que otra noticia publicada en la prensa esta semana ha aliviado algo el
dolor de la herida, y es que el Institut Guttman de Barcelona se ha puesto a
buscar 3.000 cerebros sanos para estudiar los marcadores biológicos que
permiten mantener este órgano en un buen estado de salud; delimitando la
selección a voluntarios que residan en Cataluña, porque es un territorio que
dispone de elementos que se han identificado como protectores de la salud
cerebral, como el bilingüismo, la dieta mediterránea, la práctica activa de
deporte y el arraigo social y familiar, entre otros.
Esta
si que es una institución seria y ha sabido diferenciar Cataluña de la
Comunidad Valenciana o Galicia, donde, como sabemos, la gente, aunque pueda
chapurrear otras lenguas además del castellano, es propensa a comer
hamburguesas, no es amante del ejercicio físico y, además, están plagadas de
inmigrantes ilegales y familias desestructuradas, con el daño que le hace eso
al cerebro, al corazón y a la autoestima de los individuos y también de las
naciones.