domingo, 22 de enero de 2023

Runner's blues

 

El martes fui a comprarme unas zapatillas a mi tienda de confianza. Es una tienda pequeña, que ha conseguido subsistir frente a las grandes superficies en las que uno puede encontrar todo el catálogo de productos de última generación para practicar cualquier deporte, desde el esquí acuático a la escalada alpina, pasando por la pesca de gamusinos con mosca y lance de doble tracción, pero en las que resulta mucho más difícil encontrar un empleado dispuesto a perder más tiempo del imprescindible que se tarda en despachar al cliente.

Hace años que no me compro las zapatillas en otro sitio porque, la primera vez que fui, el dueño adivinó mi peso después de mirarme durante cinco segundos, y antes de salir de la tienda pronosticó, con un margen de error de tres minutos, el tiempo en que sería capaz, quince días más tarde, de correr mi primer maratón. Además, no ha tenido ningún inconveniente en cambiarme un artículo, aún después de haberlo estrenado, y no trata de venderme nada que no se adecue a mis necesidades.

No obstante, el otro día fuimos un poco más allá en la relación empresa-cliente y como le dije que últimamente ando algo acatarrado y que hace tres semanas que no consigo librarme de unos mocos que van transitando de la nariz a la garganta y de la garganta a la nariz sin terminar de liberar del todo mis vías respiratorias, me aconsejó, bajando un poco la voz, que usará un nebulizador a base de yoduro de plata que, hace tiempo, le recomendó a él su fisioterapeuta, diciéndome que con dos inhalaciones conseguiría matar cualquier cosa que se hubiera instalado en mi organismo sin permiso. Eso sí, que procurará medir bien la dosis exacta de yoduro porque si me pasaba era posible que mi piel empezase a tornase de color azulado, supongo que como síntoma inequívoco de un prematuro síndrome de argiria.

De ahí, la conversación derivó hacia los trastornos del sueño y, después de intercambiar puntos de vista sobre los inconvenientes de hacer deporte a partir de las ocho de la tarde y otras causas que nos impiden dormir como es debido, me recomendó un medicamento derivado del Cannabis sativa, que produce un efecto instantáneo sobre la persona insomne, impidiéndole, además de mantener la vigilia, pensar con claridad en algo ligeramente más complejo que los colores del arcoíris.

Nos despedimos sin más consejos sobre cómo seguir corriendo sin sucumbir a las enfermedades ni dejar de claudicar cada noche ante el sueño, aunque, cuando le dije que últimamente había reducido la distancia y el ritmo de carrera, me confesó que, a él, el running lo estaba matando poco a poco.

No sé si el running me estará matando también a mí, pero, antes de que lo haga o me vea obligado a cambiar las zapatillas de deporte por una caña de surfcasting, la razón me aconseja moderar en la medida de lo necesario la práctica de esta actividad, de forma que me permita recuperarme de los resfriados y dormir por las noches sin recurrir a ningún bálsamo milagroso, cambiar mi apariencia por la de un Na'vi o convertirme en la bella durmiente del reino de Chiscannabislandia

Claro que, bien pensado, sería estupendo poder respirar siempre a pleno pulmón e irse a correr por ahí sin preocuparse de si es de día o de noche o si hace demasiado frío para salir de casa, sabiendo que uno podrá dormir toda la noche a pierna suelta y despertarse al día siguiente, libre de toses y de mocos, y pensando en el arcoíris o en los peces de colores. Así que, después de considerar ventajas e inconvenientes, creo que voy a comprarme otro par de zapatillas con mediasuela de fibra de carbono, un nebulizador de yoduro de plata, un saco de comprimidos de doxilamina, y de paso, unas rodillas de titanio, a ver si así consigo correr el próximo maratón en menos de tres horas. Y también una caña de pescar y una silla plegable, pero con un adecuado mecanismo de anclaje, no sea que el día que me acerque al muelle con mi caña de pescar al hombro, bajo los efectos de la doxilamina, me caiga al agua y, cuando el resto de pescadores vean el tono de mi piel, me den por muerto, nadie se tire al río para sacarme y termine siendo pasto de los peces de colores.