sábado, 3 de abril de 2021

El Mecanismo de Anticitera.

 

Hace poco he leído un artículo que hablaba sobre el llamado mecanismo de Anticitera. Se trata de un mecanismo  de 2.000 años de antigüedad del que han llegado hasta nosotros 82 fragmentos que representan aproximadamente un tercio del dispositivo, y que fueron hallados a comienzos del siglo pasado por unos pescadores de esponjas griegos cerca de la isla mediterránea del mismo nombre. Dicho dispositivo constaría de un complejo sistema de engranajes de bronce que permitía predecir eventos astronómicos, como eclipses, fases de la luna y la posición relativa de los planetas.

Habiendo sido objeto de estudio durante más de un siglo, sólo recientemente, un equipo de investigadores del University College London ha pubicado un estudio que, utilizando un método matemático griego antiguo descrito por el filósofo Parménides, ha permitido avanzar en la comprensión del sistema de engranajes de la parte frontal del dispositivo, explicando los ciclos de todos los planetas.

Personalmente, todo lo que rodea este hallazgo me parece fascinante. Desde la asombrosa complejidad de un mecanismo tan antiguo, a su desaparición durante un naufragio en la era romana y su hallazgo por parte de unos buzos de esponjas en el año 1901. Pero lo que me resulta más asombroso es el hecho de que hace dos mil años existieran hombres capaces de rastrear el movimiento de los planetas durante largos periodos de tiempo para predecir sus posiciones y trasladar los resultados de dicha observación al diseño de un mecanismo de precisión que otros contemporáneos suyos podrían utilizar para llevar a cabo una predicción sumamente exacta. Todo lo cual demuestra que en aquella época existía un saber compartido que debió transmitirse a través de un sistema de enseñanza, aunque este no se encontrara al alcance de todo el mundo.

Recientemente, me he enterado también de que algunos museos han decidido prescindir de las cifras romanas, sustituyéndolas por la numeración arábiga, por la sencilla razón de que algunos visitantes no entienden los números romanos y so pretexto de que esta circunstancia constituye un obstáculo para la comprensión. Y esto también me parece algo asombroso, aunque por diferentes razones.

Siguiendo este mismo razonamiento, cuando algunos visitantes no entiendan que el número dieciséis tras el nombre de un rey llamado Luis significa que hubo otros quince reyes que se llamaron Luis antes que él, corriendo el riesgo de atribuir a los números que acompañan ese nombre en un texto el mismo significado que si lo acompañaran en la camiseta de un equipo de fútbol (lo cual permite intuir sin esfuerzo que Felipe 2 jugaba de lateral derecho en la selección del imperio español), podríamos prescindir absolutamente de la numeración y llamar a todos los reyes por su nombre de pila, explicando si acaso que, a lo largo de la historia, los nombres de los reyes suelen repetirse con frecuencia, para evitar, por ejemplo, que se relacione al actual monarca con la batalla de Lepanto (dejemos que Francia juegue su papel frente a Turquía en el conflicto geopolítico del Mediterráneo, que ahora no nos toca a nosotros).

Así las cosas, no es de extrañar que cuando alguien escribe un guión cinematográfico inspirado en un hallazgo como el del Mecanismo de Anticitera, termine atribuyendo la autoría de tan sofisticado artilugio a una civilización extraterrestre que ya nos visitó hace dos mil años. Aunque me parece más verosímil que esos visitantes, asombrados ante tan brillante instrumento astronómico, para evitar que nos convirtiéramos en una amenaza en el futuro, decidiera hundir la galera romana en la que viajaba el dispositivo, rompiéndolo en cientos de pedazos, entregándonos a cambio una pelota y un sistema de numeración a base de letras, que resultara incomprensible para las generaciones futuras. Además, en el colmo de la iniquidad, nos instruyeron para que, en la medida de lo posible, llamáramos a nuestros monarcas con el mismo nombre, sembrando así las bases de la confusión que hoy nos gobierna.