El martes fui a comprarme unas
zapatillas a mi tienda de confianza. Es una tienda pequeña, que ha conseguido
subsistir frente a las grandes superficies en las que uno puede encontrar todo
el catálogo de productos de última generación para practicar cualquier deporte,
desde el esquí acuático a la escalada alpina, pasando por la pesca de gamusinos
con mosca y lance de doble tracción, pero en las que resulta mucho más difícil
encontrar un empleado dispuesto a perder más tiempo del imprescindible que se
tarda en despachar al cliente.
Hace años que no me compro las
zapatillas en otro sitio porque, la primera vez que fui, el dueño adivinó mi
peso después de mirarme durante cinco segundos, y antes de salir de la tienda
pronosticó, con un margen de error de tres minutos, el tiempo en que sería
capaz, quince días más tarde, de correr mi primer maratón. Además, no ha tenido
ningún inconveniente en cambiarme un artículo, aún después de haberlo
estrenado, y no trata de venderme nada que no se adecue a mis necesidades.
No obstante, el otro día fuimos un poco
más allá en la relación empresa-cliente y como le dije que últimamente ando
algo acatarrado y que hace tres semanas que no consigo librarme de unos mocos
que van transitando de la nariz a la garganta y de la garganta a la nariz sin
terminar de liberar del todo mis vías respiratorias, me aconsejó, bajando un
poco la voz, que usará un nebulizador a base de yoduro de plata que, hace
tiempo, le recomendó a él su fisioterapeuta, diciéndome que con dos
inhalaciones conseguiría matar cualquier cosa que se hubiera instalado en mi
organismo sin permiso. Eso sí, que procurará medir bien la dosis exacta de
yoduro porque si me pasaba era posible que mi piel empezase a tornase de color
azulado, supongo que como síntoma inequívoco de un prematuro síndrome de
argiria.
De ahí, la conversación derivó hacia los
trastornos del sueño y, después de intercambiar puntos de vista sobre los
inconvenientes de hacer deporte a partir de las ocho de la tarde y otras causas
que nos impiden dormir como es debido, me recomendó un medicamento derivado del
Cannabis sativa, que produce un efecto instantáneo sobre la persona insomne,
impidiéndole, además de mantener la vigilia, pensar con claridad en algo
ligeramente más complejo que los colores del arcoíris.
Nos despedimos sin más consejos sobre
cómo seguir corriendo sin sucumbir a las enfermedades ni dejar de claudicar
cada noche ante el sueño, aunque, cuando le dije que últimamente había reducido
la distancia y el ritmo de carrera, me confesó que, a él, el running lo estaba
matando poco a poco.
No sé si el running me estará matando
también a mí, pero, antes de que lo haga o me vea obligado a cambiar las
zapatillas de deporte por una caña de surfcasting, la razón me aconseja moderar
en la medida de lo necesario la práctica de esta actividad, de forma que me
permita recuperarme de los resfriados y dormir por las noches sin recurrir a
ningún bálsamo milagroso, cambiar mi apariencia por la de un Na'vi o convertirme
en la bella durmiente del reino de Chiscannabislandia
Claro que, bien pensado, sería estupendo
poder respirar siempre a pleno pulmón e irse a correr por ahí sin preocuparse
de si es de día o de noche o si hace demasiado frío para salir de casa,
sabiendo que uno podrá dormir toda la noche a pierna suelta y despertarse al
día siguiente, libre de toses y de mocos, y pensando en el arcoíris o en los
peces de colores. Así que, después de considerar ventajas e inconvenientes, creo
que voy a comprarme otro par de zapatillas con mediasuela de fibra de carbono,
un nebulizador de yoduro de plata, un saco de comprimidos de doxilamina, y de
paso, unas rodillas de titanio, a ver si así consigo correr el próximo maratón
en menos de tres horas. Y también una caña de pescar y una silla plegable, pero
con un adecuado mecanismo de anclaje, no sea que el día que me acerque al
muelle con mi caña de pescar al hombro, bajo los efectos de la doxilamina, me
caiga al agua y, cuando el resto de pescadores vean el tono de mi piel, me den
por muerto, nadie se tire al río para sacarme y termine siendo pasto de los
peces de colores.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tu comentario