viernes, 23 de abril de 2021

Genoma del funcionario

 

            He leído hace poco en la prensa que la Junta de Andalucía, con motivo de la tramitación del Anteproyecto de Ley de Función Pública, se está planteando la posibilidad de utilizar un sistema de inteligencia artificial para recopilar y analizar comentarios de sus funcionarios en redes sociales o a noticias publicadas en Internet, con el loable objetivo de disponer de una base de datos que compendie los intereses e ideas de cada empleado público, para poder saber lo que le interesa, pero también lo que le preocupa, tomar conocimiento de lo que realmente sabe hacer y, de esta manera, perfilar sus intereses y poder facilitarle un puesto de trabajo acorde a sus preferencias y capacidades.

            La base de datos ha sido bautizada con el nombre de “genoma del funcionario” (no es broma) y, una vez implementada, permitiría, a la hora de resolver un concurso y antes de adjudicar la plaza correspondiente, disponer de nuevos elementos de juicio, además de los consabidos certificados de méritos que, como todos sabemos, no son muy esclarecedores en lo que al mérito y capacidad del candidato se refiere (en cada concurso, todo el mundo dispone, por lo menos, de  un par de ellos, uno para los méritos generales y otro para los específicos) y haría posible prescindir de la entrevista personal que, además de ser un engorro, sólo sirve para que la gente mienta descaradamente y se atribuya unos méritos de los que carece, cosa que por otro lado también suele hacer en las redes sociales.

            Naturalmente, una vez conocido el proyecto, se han alzado voces en contra de esta novedosa iniciativa que algunos consideran que vulneraría los principios de mérito y capacidad que, por mandato constitucional, deben presidir el acceso a la función pública y, por ende, la promoción profesional en el ámbito de la Administración.

            Y yo me pregunto, ¿acaso no tiene mérito opinar libremente, con criterio o sin él, en Facebook sobre la actualidad social y política de nuestro país, o deslizar en Twitter comentarios sarcásticos sobre la intervención del candidato del partido del Gobierno en el último debate electoral televisado, aún a riesgo de ser linchado y descuartizado en la plaza pública mediática? ¿No es acaso digno de valoración, a la hora de adjudicar por ejemplo una plaza de bombero, el peligro que algunas personas están dispuestas a correr haciéndose un selfie extremo para subirlo a su cuenta de Instagram? ¿Es que los haters no merecen que se valore adecuadamente el grado de resentimiento hacia sus semejantes antes de adjudicarles por méritos propios una plaza que implique dirección de equipos humanos?

            No sé vosotros, pero mañana mismo pienso ponerme a actualizar mis perfiles en redes sociales, no sea que un día de estos alguien tenga que valorar cuales son mis inquietudes e intereses, analizar lo que realmente me gusta y decidir para qué cometido estoy verdaderamente capacitado con objeto de adjudicarme un puesto de trabajo idóneo. Aunque estoy pensando que lo mismo dejo las cosas como están porque, a lo mejor, hay por ahí una plaza vacante en una playa semidesierta con una jornada flexible, que lo mismo obligue a dar cuenta de la hora del amanecer que del momento exacto en que el sol toca cada tarde la línea del horizonte, en el que, para cumplir adecuadamente con las prescripciones en materia de prevención de riesgos laborales, sea obligatorio lleva un sombrero de paja y una camisa de lino para protegerse de ese mismo sol y que también requiera caminar largas distancias por la arena para tomar nota del curso de la marea.

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