miércoles, 31 de agosto de 2022

Bajo las aguas

 

Como consecuencia de los efectos de la sequía, algunos de los cursos de agua más caudalosos del mundo, desde el Danubio hasta el Yangtsé, han descendido a niveles que nadie recordaba, mostrando su lecho agrietado y, ocasionalmente, sacando a la luz templos y campanarios silenciados bajo las aguas hace lustros, barcos arrastrados por la corriente en llamas antes de hundirse definitivamente en el transcurso de una guerra lejana, campamentos de legionarios romanos que custodiaban una frontera apaciguada hace siglos y desdibujada por el agua remansada de una pax que parecía haberse instalado definitivamente entre nosotros, monumentos funerarios prehistóricos formados por enormes piedras verticales, hincadas en el suelo como hojas de cuchillos amenazando el cielo antes de perder el filo en la oscura y silenciosa profundidad de un lago insondable e incluso huellas de dinosaurios que deambularon por esos mismos lugares hace decenas de millones de años, dejando impresa en el lodo la marca indeleble de tres dedos hundidos en el suelo limoso, quien sabe si en el curso de una carrera trepidante por su propia supervivencia. 

También, de vez en cuando, las noticias se hacen eco de la aparición de las llamadas 'piedras del hambre', depositadas igualmente en un cauce, con sus sombrías advertencias acerca de las consecuencias nefastas que tuvo en el pasado el descenso del nivel de las aguas hasta el punto que ahora las ha hecho visibles de nuevo. 

No sé si dará tiempo de construir algo imperecedero en los lechos de los ríos y los lagos desecados por el sol antes de que vuelvan las lluvias, o si el descenso del nivel de las aguas terminará por sacar de su escondite al último descendiente de una estirpe de reptiles gigantes, dejándolo varado en una charca entre los restos de la vegetación lacustre en las Tierras Altas de Escocia, o si, en el peor de los casos, si no vuelve a llover lo suficiente o tarda demasiado en hacerlo de nuevo, alguien pensará en dejar un mensaje para el futuro labrado en las piedras del fondo rocoso. 

Pero, mientras el curso de los ríos mengua silenciosamente y los lagos van reduciendo su perímetro, dejando una costra reseca en sus orillas, en otros lugares del planeta, el nivel de las aguas no deja de subir y amenaza con anegar costas, engullir playas, sepultar islas e incluso hacer desaparecer países enteros. 

Por ello, cabe la posibilidad de que, sin saberlo, ya hayamos dejado un mensaje y, en el futuro, cuando las aguas hayan vuelto a su cauce, también dejen al descubierto los despojos de iglesias y catedrales levantadas orgullosamente frente al mar, pecios de naves hundidas antes de abandonar el puerto en el que buscaban abrigo contra un mar enfurecido, fronteras trazadas con los cuerpos de quienes quedaron a la deriva tratando de llegar al otro lado o fueron depositados en la playa después de ser arrastrados por las olas, y tal vez las lápidas bañadas por la marea con sus inscripciones erosionadas por la corriente y cubiertas por el barro y el olvido.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Déjanos tu comentario