He estado leyendo una
entrevista con un investigador del CSIC, experto en inteligencia artificial, en
el transcurso de la cual hace un pronóstico demoledor sobre el futuro de la
información en Internet. Y es que considera que, como consecuencia de la forma
en que se están entrenando los sistemas de inteligencia artificial, corremos el
riesgo de que en unos años casi toda la información que circule por internet
sea falsa.
Y esto es debido a que esos sistemas,
que están muy lejos de ser inteligentes, en la práctica, se limitan a analizan
una cantidad enorme de datos para seleccionar las palabras que, con mayor
probabilidad, encajarían en un contexto conversacional determinado. Con ello se
consigue que la mayoría de las respuestas a las preguntas que se les formulan
sean coherentes, lo que no quiere decir que sean también necesariamente
ciertas. Pero supongo que la información que se genera va incorporándose al
volumen de la que ya se dispone, actuando como una bola de nieve que va
contaminando la mayoría de la que se encuentra al alcance del común de los
usuarios de la red.
De todas formas, yo me pregunto, ¿esto
es realmente tan importante? Quiero decir, qué más da si se produce una
proliferación a escala planetaria, ya no sólo de fakes, sino de información sesgada, inexacta o, directamente,
falsa.
Imaginemos (¿?) por un momento que los
niños y jóvenes en edad escolar empiezan a elaborar sus trabajos valiéndose de
la inteligencia artificial, y que esa supuesta inteligencia empieza a decir
cosas lógicas pero que no tienen nada que ver con la realidad, afirmando, por
ejemplo, que Pablo Iglesias, 135 años después de haber fundado el Partido
Socialista, desengañado por la deriva de la socialdemocracia, fundó un segundo
partido, abandonando la primera línea de la política siete años más tarde,
agotado después de tan largo periplo; o que el Príncipe Harry estudió en Hogwarts
antes de convertirse en Duque de Sussex, y que hasta entonces su familia lo
trataba de forma abusiva y lo obligaba a dormir debajo de una escalera en el
Palacio de Buckingham; o que Magallanes, en su intento de dar la vuelta al
mundo, se cayó al vacío por su extremo occidental, circunstancia que explica
que el que regresara a puerto fuese Juan Sebastián Elcano, que consiguió darse
la vuelta a tiempo con el único barco superviviente y, para no quedar como un
cobarde, se inventó que había circunnavegado el planeta, dando lugar a la
teoría, todavía muy en boga, de que la Tierra era redonda.
Si, de todas formas, esos jóvenes
estudiantes no van a elaborar esos trabajos, ni tan siquiera se los van a leer
antes de entregarlos a sus profesores. Y, si sus profesores se escandalizan por
tamaña sarta de ocurrencias y deciden suspenderlos, en realidad, estarían
suspendiendo a ChatGPT, porque, realmente, no habrían tenido oportunidad de
examinar el conocimiento de sus alumnos, que pueden ser unos zoquetes o,
sencillamente, unos vagos.
Por otro lado, la gente corriente ya no
lee los periódicos, y tiende a creerse aquello que refuerza sus prejuicios. Así
que va a seguir descartando cualquier afirmación que contravenga sus
convicciones íntimas o sus intereses materiales, aunque vaya respaldada por
toda la comunidad científica o por un ejército de agoreros climáticos
enloquecidos, con Bill Gates, Bill Clinton o Búfalo Bill a la cabeza.
Además, la mayoría de la población
tampoco lee libros, así que le da igual si alguien manipula los textos
originales a base de semántica inclusiva y Don Quijote de la Mancha termina
siendo un señor o una señora delgada, que no flaca, que va por ahí con un
esbelto escudero atentando contra aerogeneradores y combatiendo con ardor otras
fuentes de energía alternativa al uso de combustibles fósiles.
El otro día, mis hijas se fueron
con sus amigos al Museo de Bellas Artes y se quedaron sorprendidas por el
desconocimiento de la iconografía religiosa que mostraban algunos de ellos (y
estoy hablando de jóvenes universitarios), hasta el punto de ser incapaces de
identificar símbolos, escenas o lugares comunes, so pretexto de que no eran
creyentes.
Así que, poco o nada hay que temer de un
repunte del Creacionismo, o del Terraplanismo, porque la inteligencia colectiva
(que no tiene nada de artificial) por pura ignorancia, hace tiempo que dejó de
creerse el Génesis y también la Teoría de la Evolución. Y, por lo tanto, en los
tiempos confusos que corren, hay que empezar a asumir el riesgo de que termine
identificando las iglesias con los museos y quemando a los curas y a los
herejes en una misma hoguera, que, por otra parte, es el lugar donde terminaron
los libros de la biblioteca de Batman (también conocido como el Caballero de la
Triste Figura) y en el que acaban aterrizando todos los que alguien no quiere que
los demás leamos o, sencillamente, que ya nadie quiere leer, con lo cual no
es necesario prohibir su lectura, sino solamente dejar que la gente corriente
haga sitio en sus bibliotecas para poder alojar en ellas el desconocimiento y
la ignorancia, que, a diferencia del saber, ocupa un lugar cada vez más grande
en nuestras vidas.
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