Hace poco más de diez
días, la selección femenina de fútbol se proclamó campeona del mundo en Sidney.
Un logro nada desdeñable en cualquier circunstancia, pero mucho menos teniendo
en cuenta que, en este país, la liga femenina de fútbol se viene disputando
desde la temporada 1988-1989, la poca visibilidad y la escasa atención que se
le ha prestado en todo este tiempo y las desiguales condiciones frente al
multimillonario fútbol masculino.
De hecho, estas condiciones motivaron
que, hace unos meses, quince jugadoras renunciaran a ser convocadas para formar
parte de esa selección. Pero la federación, haciendo caso omiso, prefirió
prescindir de ellas antes que atender sus reivindicaciones, aunque ello
supusiera acudir al campeonato del mundo con un equipo de suplentes.
Sin embargo, y a pesar de todo, esas
jóvenes compitieron lo mejor que supieron y, a base de convicción y poniendo su
talento al servicio de un sueño, oh sorpresa, ganaron el Campeonato del Mundo.
Pero no importa, porque la mayoría de los aficionados al fútbol de verdad
seguía estando más pendiente del mercado de fichajes que de otra cosa. Lo cual
dice mucho de su afición, porque el deporte no es eso y una verdadera
competición deportiva no debería decidirse en un mercado. Pero esa es otra
historia.
Y llegó el momento de las celebraciones.
La primera de ellas en el palco, con un gesto muy macho, como el de llevarse la
mano al paquete y agarrarse las pelotas. Aunque luego el autor del gesto
pidiera disculpas (a la Reina). Lo que me recuerda otro gesto similar
protagonizado por el guardameta de la selección argentina en el campeonato del
mundo masculino (no sé qué les pasa a algunos hombres con sus genitales y esa
necesidad de que todo el mundo les mire la entrepierna).
Más tarde, el presidente de la
federación y el seleccionador nacional se miraron y se dedicaron el triunfo
recíprocamente. Precioso. Un poco gay, pero bueno, no menos que las palmaditas
en el culo entre futbolistas, a las que ya estamos tan acostumbrados. Además,
todo el mundo sabe que en el fútbol masculino no hay homosexuales, (a
diferencia del femenino, que está lleno de machorras).
Y, luego, ya en el podium, el
despiporre, risas, buen rollo, ji ji, ja ja, y ¿por qué no? Un piquito. Pero,
un momento, no al seleccionador, como hubiera sido lo lógico, después de esa
mirada tierna de mutuo reconocimiento. Te quiero, me quieres. Pues al lío. Si
lo hizo Casillas con Sara Carbonero y el país entero los proclamó novios de
España. ¡Qué oportunidad perdida! Una verdadera lástima.
Pues no, va el presidente de la
federación y le estampa un beso en la boca a Jenni Hermoso, que, casualmente,
pasaba por allí y, sin ton ni son, le dijo que era un crack. Qué si eso no es
provocar, tú me dirás. Y van todos los tontos del culo de este país y se ponen
hechos unas furias. Qué si agresión sexual, qué si abuso de poder. (Si sabrá
Rubiales lo que es el abuso de poder). Pero si no había deseo, y, no habiendo
deseo, pues es como pegarle un puñetazo a alguien, sin odiarle ni nada. Te
limpias la nariz y tan amigos.
De todas formas, no sé a qué viene tanto
revuelo, si me he enterado de que el máximo dirigente del FC Barcelona
femenino, Xavier Puig, besó en la boca a la jugadora noruega Ingrid Syrstad
tras ganar la final de la Copa de la Reina. Y es que parece que los directivos
masculinos del fútbol femenino son así, espontáneos y cariñosos. Por lo menos
con las jugadoras.
Además, si no quería que le diera un
beso, pues haberlo dicho. Qué ya tenemos una edad y si el presidente de tu
federación te pide un piquito, agarrándote la cara con las dos manos y durante
la entrega de la copa de Campeonas del Mundo ante las cámaras de televisión en
un evento transmitido a todo el planeta, pues le dices que se lo dé a su madre
y Santas Pascuas.
Y ahora viene la parte más divertida. Se
reúnen los gerifaltes de la federación, creyendo que su presidente iba a
presentar la dimisión y se encuentran con que, además de triplicarle el sueldo
a Jorge Vilda (si eso no es una declaración de amor, ya me dirás qué lo es),
les dice, mejor, les grita, que no él no se va. Y, claro, no les queda más
remedio que ponerse en pie y dedicarle una ovación cerrada, no se le fuera a
ocurrir llevarse otra vez la mano a la entrepierna o algo peor.
Y, a continuación, va la FIFA y lo
suspende. Pero, a esta gente de la FIFA ¿qué le pasa?, ¿es qué no ha visto las
imágenes, el vídeo, las fotografías, la asamblea extraordinaria de la
federación puesta en pie, las hijas del presidente (y otras verdaderas
feministas) apoyando a su padre?, ¿y del silencio clamoroso de los chicos de la
selección?, ¿tampoco se han enterado?, esos verdaderos futbolistas que tardaron
casi un siglo en conseguir lo que sus compañeras han conseguido en una
generación. De locos.
Me parece muy injusto que, después de lo
que ha hecho este hombre (por el fútbol), como llevarse la final de la
Supercopa de España a Arabia Saudí, (que si los de la FIFA tuvieran dos dedos
de frente habrían hecho lo mismo con el mundial femenino, que además está al
ladito de Qatar) se le vaya a recordar solamente por haberle robado un inocente
beso a una jugadora de fútbol de la selección. Pero, qué le vamos a hacer. Cómo
dijo alguien en su día, el fútbol es un estado de ánimo.
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