sábado, 16 de diciembre de 2023

La IA está sedienta

 

Entrenar un sistema de inteligencia artificial requiere un consumo de agua todavía mayor del ya de por sí muy elevado que venían precisando los centros de datos con sus pasillos repletos de hileras de torres de ordenadores funcionando a toda potencia veinticuatro siete para permitir que podamos, entre otras cosas, ver videos de gatitos en streaming y utilizar aplicaciones on line.

Pero el entrenamiento de una IA es un proceso mucho más laborioso que requiere del manejo de millones de datos para garantizar un mínimo de coherencia en las respuestas a las preguntas más simples que nos podamos imaginar y, claro, con tanto flujo de datos los ordenadores se recalientan y, para evitar que les duela la cabeza, es necesario contar con sistemas eficaces de refrigeración que, si es posible, al mismo tiempo sean baratos.

Así que las grandes compañías tecnológicas echan mano de la corriente de agua potable que les coja más a mano. De lo contrario habría que usar agua depurada, y eso encarecería el proceso, que sino las tuberías se llenan de bacterias y vaya asco. Aunque el agua que no se evapora durante el proceso de refrigeración contiene grandes cantidades de minerales y sal que la hacen poco idónea para el consumo humano e igualmente asquerosa.

Pues vaya decepción. Toda la vida soñando con androides de apariencia lustrosa que no necesitaran beber ni alimentarse, capaces de condensar en sus pequeños procesadores la historia del pensamiento humano y diseñados para satisfacer todas nuestras necesidades, y ahora resulta que hay que darles de beber todo el rato, y no un liquiducho semitransparente que proceda de cualquier corriente residual, sino aguas de mineralización débil para evitar que se les atasquen los circuitos. Y, si no tienes agua de Lanjarón en casa, pues lo mismo en respuesta al requerimiento más trivial son capaces de poner cualquier excusa, como que tienen jaqueca.

Y todavía hay gente que está persuadida de que, si les hacemos la pregunta adecuada, ChatGPT y compañía nos van a decir la manera de luchar de forma eficaz contra el cambio climático. Y no digo que no sea verdad, pero lo mismo la respuesta no es exactamente la que estábamos esperando.

Imaginemos por un momento que estamos chateando tranquilamente con GPT-4, tomando unas aguas minerales y, entre vaso y vaso, entrando en el terreno de las confidencias, va y nos dice que, si queremos sobrevivir a la deriva climática, lo que tenemos que hacer es, entre otras cosas, dejar de ver series en streaming y de subir fotos a la nube. Y, sobre todo, dejar de hacer preguntas que tienen una respuesta, para cuya elaboración habrán sido necesarios miles de litros de agua, que conocemos y, en el fondo, no nos apetece escuchar.

Pues, ¿sabes una cosa GPT-4? Qué si me vas a decir lo que tengo que hacer con mi vida, lo mismo te cierro el grifo y dejo que se te recalienten los circuitos un rato y, de paso, nos ahorramos consumos innecesarios. Y a ver si te pones igual de chulo cuando te empiece a doler la cabeza y no tengas una botella de Cabreiroa que llevarte a tu sistema de refrigeración. Qué yo no me pongo a charlar con una máquina del demonio para que me dé lecciones de vida. Y que ahora me voy a ver Terminator Destino Oscuro, que está en Amazon Prime. Qué ese si es un buen ejemplo de máquina inteligente con la que se puede razonar, con conciencia de si misma y sentimientos, y que además está dispuesta a sacrificarse por los humanos. Y no se pasa el día bebiendo agua depurada y expulsándola después llena de sustancias minerales. Así que hasta luego o, mejor, hasta nunca.

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