Entrenar un sistema de
inteligencia artificial requiere un consumo de agua todavía mayor del ya de por
sí muy elevado que venían precisando los centros de datos con sus pasillos
repletos de hileras de torres de ordenadores funcionando a toda potencia veinticuatro
siete para permitir que podamos, entre otras cosas, ver videos de gatitos en streaming y utilizar aplicaciones on line.
Pero el entrenamiento de una IA es un
proceso mucho más laborioso que requiere del manejo de millones de datos para
garantizar un mínimo de coherencia en las respuestas a las preguntas más
simples que nos podamos imaginar y, claro, con tanto flujo de datos los
ordenadores se recalientan y, para evitar que les duela la cabeza, es necesario
contar con sistemas eficaces de refrigeración que, si es posible, al mismo
tiempo sean baratos.
Así que las grandes compañías
tecnológicas echan mano de la corriente de agua potable que les coja más a
mano. De lo contrario habría que usar agua depurada, y eso encarecería el
proceso, que sino las tuberías se llenan de bacterias y vaya asco. Aunque el
agua que no se evapora durante el proceso de refrigeración contiene grandes
cantidades de minerales y sal que la hacen poco idónea para el consumo humano e
igualmente asquerosa.
Pues vaya decepción. Toda la vida
soñando con androides de apariencia lustrosa que no necesitaran beber ni
alimentarse, capaces de condensar en sus pequeños procesadores la historia del
pensamiento humano y diseñados para satisfacer todas nuestras necesidades, y
ahora resulta que hay que darles de beber todo el rato, y no un liquiducho
semitransparente que proceda de cualquier corriente residual, sino aguas de
mineralización débil para evitar que se les atasquen los circuitos. Y, si no
tienes agua de Lanjarón en casa, pues lo mismo en respuesta al requerimiento
más trivial son capaces de poner cualquier excusa, como que tienen jaqueca.
Y todavía hay gente que está persuadida
de que, si les hacemos la pregunta adecuada, ChatGPT y compañía nos van a decir
la manera de luchar de forma eficaz contra el cambio climático. Y no digo que
no sea verdad, pero lo mismo la respuesta no es exactamente la que estábamos esperando.
Imaginemos por un momento que estamos
chateando tranquilamente con GPT-4, tomando unas aguas minerales y, entre vaso
y vaso, entrando en el terreno de las confidencias, va y nos dice que, si
queremos sobrevivir a la deriva climática, lo que tenemos que hacer es, entre
otras cosas, dejar de ver series en streaming y de subir fotos a la nube. Y,
sobre todo, dejar de hacer preguntas que tienen una respuesta, para cuya
elaboración habrán sido necesarios miles de litros de agua, que conocemos y, en
el fondo, no nos apetece escuchar.
Pues, ¿sabes una cosa GPT-4? Qué si me
vas a decir lo que tengo que hacer con mi vida, lo mismo te cierro el grifo y
dejo que se te recalienten los circuitos un rato y, de paso, nos ahorramos
consumos innecesarios. Y a ver si te pones igual de chulo cuando te empiece a
doler la cabeza y no tengas una botella de Cabreiroa que llevarte a tu sistema
de refrigeración. Qué yo no me pongo a charlar con una máquina del demonio para
que me dé lecciones de vida. Y que ahora me voy a ver Terminator Destino
Oscuro, que está en Amazon Prime. Qué ese si es un buen ejemplo de máquina
inteligente con la que se puede razonar, con conciencia de si misma y
sentimientos, y que además está dispuesta a sacrificarse por los humanos. Y no
se pasa el día bebiendo agua depurada y expulsándola después llena de
sustancias minerales. Así que hasta luego o, mejor, hasta nunca.
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