El hallazgo de un tigre dorado en el
Parque Nacional
Kaziranga, al norte de la India ha desatado la inquietud entre los expertos por
considerar que se trataría de una alteración genética ocasionada por un gen
recesivo que vendría a poner de manifiesto los efectos de la
endogamia sobre el declive de la especie.
También me he enterado de que en los
últimos años se han multiplicado los
avistamientos en los bosques de bambú de las montañas Qinling, al sureste de la provincia china de Shaanxi (famosa
por el hallazgo del tesoro arqueológico del ejército de guerreros y caballos de terracota).
de osos panda de color marrón, en los que la coloración de sus manchas se debe
igualmente a la existencia de un gen recesivo, cuya manifestación es debida a la
presencia de la mutación en los dos progenitores.
En el caso
del tigre dorado, los expertos señalan que el crecimiento de la presión humana está amenazando a los tigres de Bengala en
su hábitat natural y hablan de la necesidad de conectar mejor las poblaciones
fragmentadas de estos felinos. Y no hace falta ser miembro de la comunidad
científica para llegar a la conclusión de que la proliferación de osos pandas
de pelaje marrón, probablemente, pone de manifiesto el mismo problema y señala
en la dirección de un declive de la población causada también por la endogamia
que, color del pelaje aparte, entraña una mayor probabilidad de enfermedades.
Una
tercera noticia me ha permitido saber que el mes pasado se produjo el primer
avistamiento de un chacal dorado en España (aunque esta vez el color de su pelo
es el habitual en su especie). Se trata de un cánido de origen asiático que se
encuentra en proceso de expansión por Europa y cuenta con poblaciones
permanentes al menos en veinte países europeos. El desplazamiento desde su
hábitat originario podría deberse a los efectos del cambio climático y a la búsqueda
de ecosistemas similares al originario, pero también a la reducción de su
hábitat natural como consecuencia del cambio de los usos del suelo y, en
particular, a la intensificación de la agricultura. En todo caso se trata de
una especie colonizadora que tendrá que competir con la fauna autóctona y, en
particular, con lobos y zorros. Y su asentamiento definitivo en España
dependerá, entre otros factores, de las medidas que respecto del mismo se
adopten en los otros países europeos en los que se ha detectado su presencia. Y,
en particular, de si deciden protegerlo, cómo han optado por hacer en Alemania,
o darles caza.
No cabe duda de que la endogamia
supone un problema grave para la biodiversidad y que el acorralamiento al que
se somete a las especies animales que viven en libertad potencia los efectos de
este problema. Tampoco me cabe duda de que si esas especies amenazadas por el
hombre pudieran desplazarse libremente lo harían y esta amenaza desaparecería. Aunque
resulta mucho más fácil para un cánido de hábitos nocturnos abandonar su hábitat
natural y migrar hacia una Europa sin fronteras, que a un gran felino o a un
úrsido de gran tamaño huir del Parque Nacional Kaziranga o de los bosques de bambú de las montañas Qinling.
Por otro
lado, no me quiero imaginar los efectos que provocaría el avistamiento de un
tigre de Bengala en nuestro país, teniendo en cuenta la tendencia de alguna
gente a confundir con cierta facilidad panteras negras con gatos asilvestrados
y la proliferación de avistamientos de alien
big cats en todo el mundo.
Pero lo que
parece claro es que el instinto de supervivencia obliga a cualquier especie
animal, incluidos los humanos, a abandonar sus hábitats naturales en busca de
un entorno menos hostil. Claro que, a priori, no es posible saber si ese nuevo
entorno permitirá a la especie colonizadora aclimatarse o le resultará todavía
menos habitable. Un año antes de que se avistara al primer chacal dorado vivo
en España, se encontró el cadáver de otro que había sido atropellado cuando
trataba de cruzar una carretera. Ambos eran individuos jóvenes que actúan como
avanzadilla en la exploración de nuevos territorios y muchos de ellos no
consiguen sobrevivir.
Por otra parte, estos días he leído
que un estudio publicado en la revista médica The Lancet el jueves pasado
alerta de que la obesidad afecta a más de mil millones de personas en el mundo
y que ya es la forma más común de malnutrición en la mayoría de países, tanto
ricos como pobres, “con la notable excepción de los países del sur y sudeste de
Asia y, para algunos grupos de edad y sexo, en el África subsahariana”.
La lucha
contra la malnutrición ha descuidado las consecuencias de una alimentación basada
en productos ultraprocesados y baratos que tienen un efecto devastador sobre la
salud de las personas, que no tiene un origen genético ni se manifiesta en el
cambio de pigmentación, pero si en el sobrepeso, y que es consecuencia de una
industria alimentaria que maximiza sus beneficios a costa de la salud de los
consumidores más humildes.
Es
comprensible que las víctimas de la globalización intenten huir de un entorno
que, además de no garantizarles la supervivencia, amenaza con deteriorar su
salud y la de sus hijos de manera irreversible. Y, en ese viaje,
necesariamente, los exploradores han de ser individuos jóvenes y audaces,
dispuestos a arriesgar su vida en el intento de colonizar otros territorios,
para facilitar la migración, en el futuro, de otros miembros de su especie.
En nuestra mano está protegerlos o darles caza.
Pero, quizá, puesto que pertenecemos a su misma especie, nuestra propia
supervivencia dependa de que seamos capaces de brindarles una oportunidad. De
lo contrario, tal vez algún día, la endogamia, y a lo mejor también el consumo caprichoso de comida procesada, nos convierta en ejemplares de piel dorada
pero en franco declive, y nos haga degenerar como individuos, enfermar y morir
víctimas de nuestra propia decadencia.
De lo contrario, tal vez, algún día, dentro de
mucho tiempo, en lugar de un ejército en formación de batalla, el suelo
recuperado por los bosques ancestrales termine cobijando a varios metros de
profundidad una comunidad de ejecutivos rollizos, orondos oficinistas y gamers rechonchos,
mientras sobre sus cabezas los chacales tratan de sacar adelante una camada de
jóvenes cachorros.
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