He leído recientemente
que los corredores, debido a la exposición al sol, al frío, y a los agentes
meteorológicos en general, además de por los efectos de la deshidratación y la
pérdida de peso asociada al ejercicio físico, terminamos teniendo un rostro característico
que nos hace aparentar una edad diez años superior a la que se deduce de
nuestra partida de nacimiento.
Además, el descolgamiento de la piel por
la pérdida de tejido adiposo resulta muy difícil de revertir aunque se vuelva a
ganar peso. Así que, aunque dejes de hacer ejercicio, puede que engordes, pero
los estragos que la actividad física ha dejado en tu semblante no van a
desaparecer así como así, a diferencia de todos los demás efectos positivos
sobre la salud de practicar algún deporte que sí que desaparecerán como por
ensalmo.
Y, después de leer esta desalentadora
noticia y mirarme con detenimiento en el espejo para contrastarla con mis
propios ojos, he caído en la cuenta de que cuando empecé a correr y Patricia, cuando era pequeña todavía, solía pellizcarme las mejillas y tironeaba de mis
cachetes al tiempo que me decía "Papá, se te cae la cara". Algo que a
mí me hacía mucha gracia, hasta que he sido consciente de que mi hija pequeña,
además de jugar a deformarme el rostro para divertirse viendo como la expresión
facial de su padre podía guardar sorprendentes similitudes con una creación de
Sauron, sin saberlo, me estaba advirtiendo del deterioro de mi aspecto físico y
de la incipiente pérdida de lozanía asociada a la costumbre recién adquirida de
ir dando tumbos por ahí en busca de una poción que me protegiera precisamente
de los estragos del tiempo.
Así que, dada la imposibilidad de
revertir los efectos sobre mi apariencia del ejercicio físico, he optado por
crearme un avatar en un videojuego que tiene a Lorena y a Patricia horas delante de sus
portátiles recorriendo un escenario fantástico poblado de extrañas criaturas y
repleto de peligros que nada tienen que ver con el ejercicio, sino más bien con
el sedentarismo. Y me he encarnado en un paladín de aspecto fibroso y rostro
anguloso, y también con los ojos azules y una poblada cabellera (es fácil
venirse arriba cuando con un par de clics te puedes convertir en tu propio
cirujano plástico).
En otras circunstancias, habría diseñado mi personaje tratando de que se pareciera más a mí, pero he pensado que si mi aspecto físico representa una persona diez años mayor que yo, pues a lo mejor, tampoco ese tipo que me mira desde el otro lado del espejo con un gesto entre la extrañeza y la preocupación, tiene tanto parecido conmigo. Y lo mismo, en realidad, debería parecerme más a mí avatar que a un corredor maltratado por la intemperie al que se le cae la cara, salvo por algún detalle menor como el color de ojos y la exuberante cabellera.
Claro que, si me paso mucho tiempo explorando mundos virtuales, lo mismo termino ensanchando mis posaderas y entonces, además de una runner face, voy a terminar teniendo un gammer ass, y en vez de en un joven paladín, me acabo convirtiendo en un trasgo seboso, sensible a la luz del sol, que medra en la oscuridad temiendo secretamente que Orcrist venga a sacarle de su escondite y exponer sus miserias a la luz del sol.