sábado, 1 de febrero de 2014

Dolce far niente.

         A veces me pregunto como perciben mis hijas el tiempo y, en particular, en vacaciones, que para mi eran una estación casi infinita, en la que me daba tiempo de jugar, leer, escribir, dibujar y ver la tele. Ahora, cuando tengo tiempo, a veces, hago solo esto último y también me pregunto cómo valoran ellas el uso que hago de ese tiempo.
         Si algún día me preguntan, les diré que es el ‘dolce far niente’, expresión que, antes de conocer su significado, en mi infancia, relacionaba, no sé porqué, con la puesta de sol. A veces, me gustaría poder contemplar la puesta de sol con más frecuencia, o dejar que la puesta de sol me contemple a mí, haciendo algo interesante. En verano, me resulta más fácil. Me basta con acercarme a la playa a la hora del crepúsculo. Ahora, empezará a hacerse de noche sin más, y cuando llegue el invierno será más tiempo de noche que de día, cosa que no me motiva demasiado. Prefiero correr por la playa por la mañana, temprano, que ver como se me hace de noche, aunque sea corriendo por el parque. Afortunadamente, he dejado esa costumbre de salir a correr antes del amanecer. Por cierto, me he apuntado a la XXV carrera nocturna del Guadalquivir. Este año será algo más corta y terminará en la Plaza de España.

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