sábado, 1 de febrero de 2014

Una caja llena de juguetes

El otro día, sacando del armario los adornos de Navidad, apareció en casa una caja con algunos viejos juguetes de madera. En concreto, una carreta, una barca, una catapulta y un ariete. El paso del tiempo ha estropeado la madera y ya no lucen como cuando los construí; pero mi hija pequeña se dio cuenta enseguida de que tenían el tamaño justo de los clicks, y no ha tardado mucho en ponerle caballos a la carreta y llenar la barca de piratas, y me ha pedido que arregle la catapulta y el ariete y le baje del mueble del cuarto de juego el castillo y el barco pirata.
 
Así que creo que es inevitable que antes de que terminen las Navidades los piratas intenten tomar al asalto el castillo y que las espadas de los guerreros-lobo se crucen con los sables de los filibusteros sobre otra alfombra rizada por el oleaje. Aunque todavía no tengo muy claro como regular el uso de armas de fuego, ya que sólo  los piratas tienen pistolas, teniendo en cuenta que, antes del abordaje, dispondrán de un solo disparo, no creo que sea una  ventaja sustancial.

Reconozco que, con el tiempo, fui dejando de lado esa creatividad, la que me impulso antaño a construir mis propios juguetes. Y, durante mucho de ese tiempo, me embarque en el estudio, y no siempre de forma reflexiva, ni movido por el afán de conocer. Ahora, no obstante, habiendo dejado atrás oposiciones y otros desafíos de esa misma o parecida naturaleza, me apetece recuperar, aunque solo sea parcialmente, esa inventiva; la que buscaba dibujos en los libros para construir barcos de vapor, copiaba fotografías para ilustrar las tribulaciones de un periodista de historieta, o dibujaba carteles para el cine-club del instituto. De momento, voy a empezar por restaurar esos viejos juguetes.

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