miércoles, 15 de octubre de 2014

Sueños de un corredor


            De vez en cuando, a lo largo de mi trayectoria como corredor, he tenido sueños en los que corría sin esfuerzo a través de campos de hierba verde que rodeaban la ciudad o de sus calles semidesiertas cuando ya había oscurecido; y, al despertar de esos sueños, lo que me resultaba más placentero era la sensación de ingravidez y esa capacidad para recorrer grandes distancias sin cansarme ni resoplar por el esfuerzo. Sin embargo, estando despierto la percepción era siempre distinta y ese esfuerzo, a veces, demasiado tangible tanto física como mentalmente.
            Por eso, cuando empecé a prepararme para la media maratón temí que el camino se me hiciera largo y no tener la fuerza de voluntad necesaria para llegar hasta el final sin desanimarme o dejarme llevar por la inercia de la rutina del entrenamiento, confiando sin demasiado entusiasmo en que me condujera sin más hasta el día de la carrera.

            No obstante, para mi sorpresa, hasta ahora la preparación ha sido más llevadera de lo que esperaba y, reduciendo el ritmo de carrera al tiempo que aumentaba paulatinamente los kilómetros recorridos cada semana y también progresivamente el tiempo y la distancia que era capaz de cubrir en una sola sesión de entrenamiento, he tenido mejores sensaciones de las que recordaba. De hecho, me cuesta muy poco salir a correr y disfruto explorando nuevas rutas y mis propios límites cada fin de semana.
            Ahora, cuando salgo de casa, a veces a horas un tanto intempestivas, y empiezo a trotar suavemente a la hora del crepúsculo o, incluso, cuando la noche ha caído y toda la sesión de entrenamiento transcurre al abrigo de la oscuridad, o me encuentro con que el parque está cerrado y tengo que improvisar el recorrido entre la vegetación silvestre que crece, sin que los jardineros se ocupen de ella, en los aledaños de ese parque urbano que hay cerca de mi casa, por momentos, me he sentido como en esos sueños en los que mis pies y mis piernas responden sin rechistar a mi deseo de correr más allá y de seguir avanzando sin un pensamiento fijo y dejándome llevar.

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