El
sábado pasado, después mucho tiempo, nos fuimos a ver una película al cine con
nuestras dos hijas. Tras deliberar un rato, optamos por ‘El Gran Hotel Budapest’, una divertida comedia como ya no se
suelen ver en las salas de estreno, con un reparto estelar, encabezado por
Ralph Fiennes. Y pasamos un rato estupendo compartiendo las peripecias de sus
dos protagonistas en un ambiente nostálgico que se desvanece a medida que la
sucesión de acontecimientos políticos y bélicos va aniquilando el escenario
europeo.
La
verdad es que es una delicia ser testigo de cómo las niñas, a medida que van
creciendo, empiezan a compartir con nosotros otro tipo de historias, en
general, y de argumentos cinematográficos o televisivos, en particular, que las
entretienen y estimulan al mismo tiempo. Y, en este sentido, nada mejor que
empezar por un género tan gratificante como la alta comedia, que no solo
resulta hilarante, sino, al mismo tiempo, inteligente y, a menudo, también elegante.
Nada que ver con subproductos tipo ‘Aida’
o ‘Con el culo al aire’, tan
exitosos en los paneles de audiencia.
Así,
los viernes por la noche, cuando la televisión no ofrece nada demasiado
interesante (casi siempre) o la programación se prolonga más allá del umbral
del sueño, nos piden que sigamos viendo episodios de ‘Frasier’. Y los días entre semana, cuando pueden interrumpir sus
tareas escolares a la hora de la merienda o vienen al salón a que les
preguntemos la lección, se hacen las remolonas en el sofá para ver un fragmento
de ‘The Big Bang Theory’ o de ‘Modern Family’.
De
la misma forma, me imagino que pronto será posible adentrarse con ellas en otro
tipo de producciones y explorar nuevos escenarios. Aunque ya hemos hecho algún
abordaje en el género de suspense y, hace unas semanas, pudieron sentir el
vértigo que produce asomarse a la inmensidad del espacio y a los límites de
nuestra existencia, aunque sea viendo proyectada en la pared del comedor de
casa una película como ‘Gravity’.
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