jueves, 26 de enero de 2017

Enaltecimiento de la irrelevancia

            He sabido por la radio que el Ministerio Fiscal pide dos años de prisión para una joven universitaria que publicó en Twitter un par de chistes sobre la muerte de Carrero Blanco, víctima de un atentado terrorista. Hace un año, un juez de la Audiencia Nacional acordó prisión provisional sin fianza para dos titiriteros, en cuyo espectáculo se exhibía una pancarta con una leyenda alusiva a ETA, por enaltecimiento del terrorismo. Y, hoy mismo, el Tribunal Supremo ha anulado la absolución de la Audiencia Nacional al cantante del grupo Def con Dos por idéntico delito, con motivo de unos tuits publicados en la misma red social.
            También me he enterado de que, hace años, Tip y Coll bromearon sobre el hecho de que el atentado de Carrero Blanco le había supuesto el ascenso más rápido de su carrera; en esta ocasión sin mayores consecuencias, porque, por aquel entonces, no estaba tipificada dicha conducta en el Código Penal. Pero no tengo tan claro que, hoy en día, ese tipo de chascarrillo no les hubiera llevado ante una corte penal.
            Supongo que, a veces, los jueces se encuentran en la tesitura de aplicar normas que les pueden parecer injustas o irracionales, y no siempre debe ser fácil hacer que prevalezca el sentido común, sobre todo cuando uno se arriesga a que alguien emprenda acciones contra el que se separa del tenor literal de esas normas o el correspondiente órgano de gobierno, tan atento a estas cuestiones como distraído a la hora de adoptar otras medidas, pueden tomar alguna de carácter disciplinario para corregir determinados pronunciamientos; pero, en mi opinión, no hay norma que ampare ciertos desatinos.
            Cuando preparaba oposiciones a judicatura, estudié que el Derecho Penal era el último recurso, al que había que recurrir solo cuando fallaba el resto de mecanismos del ordenamiento jurídico para ordenar las conductas de los ciudadanos o reprimir los excesos que pudieran producirse en el ejercicio de un derecho. Pero parece que la tendencia en la actualidad es a criminalizar cualquier comportamiento que pueda considerarse incorrecto o contrario a determinadas sensibilidades.
            A mí me han contado chistes sobre Irene Villa que, divulgados a través de una red social, llevarían al Ministerio Público a tomar cartas en el asunto. Y, sin embargo, quien me los contaba no pretendía ni estaba enalteciendo ninguna conducta terrorista. Y a las pocas horas de producirse el atentado de las Torres Gemelas, Internet hervía con chistes sobre el 11-S, sin que tampoco se pretendiera con ello, al menos en la mayor parte de los casos, humillar a las víctimas.
            Enaltecer equivale a atribuir gran valor a una persona o cosa, y, en este sentido, todos los días se emiten programas de televisión que enaltecen personajes que merecerían cualquier cosa menos reconocimiento público, o justifican conductas reprobables ética, social o moralmente. Y lo peor de todo es que esos programas los ven niños y jóvenes que, animados por esa exaltación de la deslealtad, del oportunismo y la mala educación, pueden tomar ejemplo y reproducir patrones nocivos socialmente y potencialmente peligrosos tanto para el que los protagoniza como para el que los sufre.
            No digo yo que haya que meter en la cárcel a determinados contertulios, o censurar ciertas películas o series de televisión, pero no estaría de más poner el punto de mira en lo que realmente resulta dañino para la sociedad y puede corromper a quienes todavía no tienen suficiente discernimiento o han crecido en un ambiente que favorece la imitación de conductas aparentemente exitosas, pero muy poco constructivas, sobre todo ante la ausencia de modelos de conducta alternativos o el declive de determinadas virtudes.

            Mientras tanto, será mejor no compartir determinados chistes en las redes sociales y esperar que el sentido común prevalezca a la hora de diferenciar lo inocuo de lo verdaderamente nocivo, la irreverencia de la criminalidad y el humor negro del enaltecimiento de la violencia.

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