jueves, 26 de enero de 2017

'Posibles conocidos'

            Desde la semana pasada tengo mi propio perfil de Facebook. Así que ya soy, oficialmente, un miembro de la aldea global, plenamente integrado en las redes sociales y con un muro que puedo llenar de fotografías, enlaces, videos y reseñas que espero que susciten la aprobación de mis amigos. Aunque, hasta la fecha, solo tengo cuatro, y todos de la familia.
            Mi mujer me ha dicho que puedo dirigir solicitudes de amistad a mis conocidos y, de esa manera, ampliar el círculo de contactos y seguidores. Pero todavía me resisto a hacerlo. No sé si por una especie de pudor o por temor a que mi solicitud sea rechazada o aceptada por compromiso. Al fin y al cabo, no tengo muy claro que personas con las que perdí el contacto hace tiempo, vayan a sentir interés por saber de mí, después de no tener noticias mías, en algunos casos, desde hace años.
            Pero, lo cierto es que Internet me da noticia constantemente de personas que ‘quizá’ conozca. Algunas parece haberlas sacado de la lista de contactos de mi teléfono móvil. Otras, creo que son amigos de mis amigos. Y, francamente, otros no tengo ni idea de cómo podría haber llegado a conocerlos, como no sea en otra vida o en un universo paralelo.
            Así, entre ese variopinto colectivo de posibles conocidos, me he encontrado con gente de otras razas, musulmanes, runners, músicos, bailarines, una drag queen, alguien disfrazado de Fiona (la novia de Shrek) y una tal ‘Doberman War’, que comparte su foto de perfil con un perro de esa raza en actitud manifiestamente agresiva.
            Pero la cosa dejó de parecerme tan divertida y empezó a inquietarme un poco más cuando en la foto de perfil de uno de mis ‘posibles’ conocidos, aparecían dos tipos, con cara de pocos amigos, exhibiendo sendos fusiles automáticos. Básicamente, porqué, aunque dudo mucho de que haya conocido o tenga la más remota posibilidad de conocer a esos tipos, que no han tenido otra ocurrencia que fotografiarse haciendo gala de algo tan poco constructivo como la tenencia (no sé si lícita o ilícita) de armas, por algún mecanismo inescrutable, la red me ha relacionado con ellos o los ha relacionado a ellos conmigo.
            Y no es que piense que alguien, ya sean las autoridades, la policía o un servicio de espionaje, puedan llegar a tener la sospecha de que yo me relaciono con portadores de armas, cuyas actividades y forma de ganarse la vida desconozco y no tengo ningún interés en conocer (aunque ahora que el presidente de los Estados Unidos se ha mostrado a favor de la tortura, habría que andarse con ojo, por si acaso), sino que dicha relación virtual me lleva a reflexionar sobre lo pequeño que es el mundo y lo cerca que estamos, en realidad, unos de otros.
            Una vez, oí confesar a Jordi Évole, a propósito de un programa sobre la violencia de género, su sorpresa ante las muestras de agradecimiento que había recibido de mujeres de su círculo de amistades, víctimas de maltrato, por haber abordado ese tema en su espacio televisivo, porque decía que nunca se habría imaginado que esas mujeres, de su círculo más íntimo, padecieran situaciones de violencia. Pero, en realidad, lo que me pareció leer entre líneas, fue su sorpresa ante el descubrimiento de que otros conocidos suyos pudieran ser sus maltratadores.
            Normalmente, este tipo de descubrimiento se produce en películas de suspense o thrillers psicológicos, que juegan al engaño con el espectador y, solo a última hora, muestran la cara del asesino; pero, en ocasiones, supongo es posible vislumbrar el drama o la tragedia en un entorno próximo, alejado de la ficción, en el que transcurre nuestra realidad cotidiana.

            Afortunadamente, en ese entorno próximo, sospecho que también hay personas bienintencionadas que, en circunstancias normales, no se atreverían a enseñarnos las fotos que cuelgan en su muro de Facebook, ni se expresan con la misma libertad, cara a cara, lo cual no deja de ser sorprendente. Porque la verdad es que sí, en nuestro día a día, nos esforzáramos en la misma medida para mostrar nuestro lado más amable, más culto o divertido, seguramente mejoraría nuestra percepción de los demás y la que los demás tienen de nosotros.

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